domingo, 3 de abril de 2016

PERÍODO DE ENTREGUERRAS (y después del Maratón ¿qué?) by Antonio Medina

 
Y después de correr el maratón ¿qué?

El otro día escuchando la radio en el coche dieron una noticia sobre el Ejército Español y Margot me preguntó “y cuando no hay guerras¿qué hacen los soldaditos en los cuarteles?”. Yo como experto militar contrastado que soy (como todos los que disfrutamos del servicio militar obligatorio)…no supe que contestar. 
 
Cuando existía el Servicio Militar Obligatorio, la nunca suficientemente mal ponderada Mili ,la mastodóntica maquinaria del ejército cumplía la función de formar máquinas precisas para una hipotética guerra. Primero hacíamos el campamento, que eran un par de meses muy duros donde nos enseñaban cosas muy importantes para la vida civil que ocuparía el 99% del resto de nuestra vida: nos enseñaban a desfilar (un dos un dos un dos),  nos enseñaban a saludar como resortes y a respetar las jerarquías, porque hasta que no llegábamos allí no sabíamos nada de respeto ni de saludos ni mucho menos de a quién había que respetar. Se saludaba mucho, no sea que se te pasara algún jefe y por ser maleducado te mandaran al calabozo por tal crimen (susórdenes, susórdenes, susórdenes); se hacía todo corriendo: despertarse, vestirse, estudiar, comer, dormir (en pie ARRR, a formar ARRR, al rancho ARRR, a dormir ARRR).  

Nos enseñaban a manejar las armas, en mi caso tenía un Sargento chusquero que no tenía mucho confianza en las manos y en las cabezas de algunos miembros de la Sección; esto quedo demostrado en un ejercicio de simulación de combate a campo abierto. El susodicho suboficial cuando dio las instrucciones para el ejercicio nos indicó que sería como una misión de guerra “pero sin armas reales, pero lo ejecutaríamos como si las portáramos y tendrían el mismo poder destructor que un arma real”. esto más que un ejercicio de combate tenía pinta de un ejercicio de fe o de risoterapia ¿verdad?. El ejercicio en si consistía en reducir a un malvado y peligrosísimo ejército enemigo que estaba apostado en un cerro (eran los miembros de otra Sección de la Compañía). Todos corríamos desaforados en medio de las chaparras y las encinas con la cara pintada por unos tizones, sin armas pero simulando que las llevábamos y disparando imaginariamente. Cuando veíamos algún enemigo de la otra compañía que estaba a tiro, cargábamos el dedo y a disparar a discreción  haciendo ¡PUM PUM PUM! y apuntando incluso con el ojo guiñado para no fallar. Ellos evidentemente defendían su estratégica colina con su vida y con sus balas que eran infinitas ¡PUM PUM PUM!. Los militares al mando estaban apostados en atalayas al modo de los generales antiguos, viendo todo el desarrollo de la batalla y disfrutando del espectáculo (claro, ellos no corrían peligro alguno de recibir algún tiro imaginario, así cualquiera). Y nos gritaban entre los balazos simulados, “tú, el de Toledo: deja de disparar y tírate al suelo que estás muerto, el madrileño feo también, te han dado en toda la cabeza ¡que no te enteras!; y el vasco, si tú, bájate del árbol que te ha matado el cordobés. Aquel que se ha tirado, pero ¿quien te ha matado? ¿no ves que estás muy lejos del enemigo y es imposible que te alcancen?”. Impagable.
 
ARMA DE ÚLTIMA GENERACIÓN DEL AÑO 1989

En la Mili también limpiábamos mucho: lo que ensuciábamos nosotros y lo que ensuciaban los mandos profesionales; también se cocinaba, para otros soldados de reemplazo y para los militares profesionales. En la mili se vigilaba mucho por si algún enemigo tenía la ocurrencia de atacarnos el cuartel, y los militares profesionales vigilaban que nosotros vigiláramos bien; se vigilaba todos los minutos del año, incluso en Nochebuena. Yo hice la mili en el Alcázar y teniamos una misión muy importante: vigilábamos que los turistas, que eran los enemigos, no se metieran en el cuartel. Había que vigilar especialmente a los enemigos japoneses que eran los mas peligrosos, siempre simulando que no sabían adonde iban. También vigilábamos que los coches particulares de los militares y de sus esposas aparcados dentro del recinto no fueran atacados por el enemigo, sobre todo los fines de semana. Esas noches de viernes y sábado había que estar especialmente vigilantes para que no nos atacaran las parejas que se escondían con malas intenciones en los jardines del Alcázar. El servicio militar obligatorio, al menos el que yo viví era un sainete, mi impresión final era que el trabajo que se hacía era pura retroalimentación de la maquinaria, una especie de estafa piramidal... un sinsentido. No había guerras ¿Qué otra cosa se podía hacer?.


Luego afortunadamente, se eliminó el Servicio Militar Obligatorio, el Ejército se profesionalizó (también afortunadamente) y como seguimos en época de paz, las Fuerzas Armadas comenzaron a cumplir misiones humanitarias importantísimas y muy de agradecer por la sociedad. Se mueven por el mundo y por sus perennes conflictos bélicos intentando poner paz y orden; el Ejército Profesional intenta poner paz mientras la mayoría de las veces las milicias civiles son las que están a tiros entre ellos en guerras civiles. ¡Qué sindiós!

Y los corredores de maratón en período de entreguerras ¿qué hacemos? Cuando hemos corrido nuestra maratón anual ¿qué hacemos? Durante un tiempo sesteamos porque todo el cuerpo lo necesita: desde las piernas hasta la cabeza. Se sestea un mesecito, un par de ellos o incluso los hay que se dejan llevar meses y meses, pero esos son los menos… Al final hay que buscarle un sentido a nuestro correr diario mas que ese “para mantenernos”. Nos marcamos un nuevo objetivo, bien por el escozor que te ha dejado el último resultado, bien porque te dejas llevar por el grupo de amigos o bien porque simplemente eres un adicto a la competición (cuidadín). También los hay que hacen una labor humanitaria y acompañan a otros amigos en su preparación para otra carrera. Yo llevo unos años que me gusta alistarme en labores humanitarias, me gusta acompañar a amigos en sus batallas.

El caso es que eso de correr por correr sin ningún objetivo yo no lo veo muy lógico, a pesar de que mi ardor guerrero es limitado. Hablo de gente en edad de ir al frente de guerra, porque la ley de la vida al final te lleva a esa encrucijada dolorosa en la cual el objetivo simplemente es correr dos o tres veces a la semana para sentirse vivo, se pasa a la Reserva Activa. Y vaya si están vivos estos reservistas, son los laureados de la guerra, verdaderos supervivientes con muchas medallas y honores en mil batallas. Nosotros tenemos muchos Generales de División en la reserva: Manolo, Pepe Ortiz, Juanito, el Fonta, Pepe el Carpintero...

La más alta distinción del Ejército Maratoniano

Y aunque el ser humano es pacífico por naturaleza (peco de inocente con esta afirmación) hay que mantener el ardor guerrero candente y la maquinaria engrasada mientras el cuerpo resista. Tampoco es cuestión de andar buscando guerras todos los días, pero unas medias maratones al año, un maratón o un par de ellos no está mal ¿no? porque si no podemos acabar pegando tiros con pistolas imaginarias.

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