lunes, 27 de octubre de 2014

EL DUELO By Anónimo Fernández

Al muerto no tuve el gusto de conocerle; pero me encontré en el tanatorio en calidad de “consorte de”; ocupación  que desempeño con contrato temporal, a tiempo parcial y discontinuo en determinadas ocasiones desde que mi mujer tiene un carguito en la administración.  Nos acercamos a la familia a dar nuestro “sentido” pésame y a continuación nos sentamos junto a otros funcionarios de la misma jefatura de servicio. La conversación no era precisamente fluida, sino meramente circunstancial, saltando del tiempo a la prima de riesgo y del mundial  a los recortes, con predominio arrollador de los monosílabos, y unos silencios entre palabra más largos que los descansos entre series que receta Ricardo Ortega a sus pupilos.
El que estaba enfrente de mí masculló:  - Parece mentira que este muerto. ¡Aún era joven!.
Es curioso -pensé- que cuando  mi vecino José Mascachapas murió a los 17 años la gente decía: “no hay derecho, tan joven”. Y lo mismo se dijo cuando el colon de mi amigo Jesús le dejó sin cumplir los 30; y cuando mi padre no salió vivo del quirófano a dos meses de la jubilación.
Seguía el silencio, hasta que entendí que el resto de dolientes ya había emitido cuando menos una interjección y que por tanto ya me iba tocando abrir la boca. Evité caer en tópicos y solté la pregunta:
-¿Corría?
Al instante, dos de los tres ojos que cada uno tenía enfocados en la baldosa que tenía entre los pies, se dirigieron a mí. Y de entre ellos destacaban  los de mi mujer, que hablaban más de lo que últimamente acostumbran:
-¿¡Qué dices!? Me reprendió.
-Que si corría.
- ¡Pues , no!
-Vale… vale.
- Tenía 68 años;  terció, explicativo el de mi izquierda.
Los demás pasaron de cariacontecidos a cariextrañados (salvo mi consorte, que seguía  cariabochornada y cari-Torquemada) y pensaron -sin temor a equivocarme- que vaya paquete tenía la jefa de marido, y lo que iba a dar de sí el incidente en la oficina.
Y me callé. Y no sólo me callé, también me aislé del grupo, excluido como me sentía de sus interjecciones, sus frases hechas, sus monólogos, sus silencios y sus trienios. Y pensé que sólo se es joven para morir. Sea cual fuere la edad del muerto, siempre nos parece joven. Y si es joven para morir, es porque lo suyo es que siguiera viviendo… ¿no?. Pero…¿qué otra cosa es vivir sino comer, andar, bailar, aprender, amar, dialogar, cantar, beber… correr? Si eres joven para morir, ¿por qué eres viejo para vivir?.  Quien cree que a los 68 años se es mayor para correr, seguramente pensará lo mismo de los 43.

Me alegré de correr. Me alegre mucho.

2 comentarios:

  1. Un saludo "Anónimo Fernández". Como siempre me has dejado "carisorprendido". Excelente entrada, genial.
    A propósito del título de la entrada, EL DUELO, unas referencias cinéfilas viejunas:

    EL FUNERAL (1996) de Abel Ferrara. Actuaciones espectaculares de Chris Penn, Christopher Walken, Benicio del Toro y Vincent Gallo.
    LOS DUELISTAS (1977) de Ridley Scott. Actuaciones estratosféricas de Harvey Keitel y Keith Carradine.
    DUEL (1971) de Steven Spielberg. Con un Dennis Weaver impagable

    ResponderEliminar
  2. Y si lo que queréis es reír a costa de un duelo (hay que tomarse con humor hasta eso): UN FUNERAL DE MUERTE...simplemente genial¡¡

    ResponderEliminar