lunes, 29 de abril de 2013

En la carrera popular, hay una sola salida, …pero muchas metas.

 By Anónimo Fernández.

No hace mucho que en una media bastante concurrida, llegué agotado a la línea de meta: error de cálculo ante el dilema de alimentarme con hidratos de carbono aunque ganase peso, o adelgazar un poco a costa de una dieta baja en hidratos. Opté por lo segundo, y me equivoqué. A duras penas podía en línea de meta abrir la lata de isotónica. Después de cuarenta minutos, una vez recuperado, limpiado el sudor y cambiado de ropa, observé cómo un corredor cruzaba andando la meta, apoyado en la silla ortopédica de su hijo. Me contaron que había ido así toda la carrera, empujando el trono del chaval, aunque, al final el propio artilugio se convirtió en un andador para el padre, extenuado en la última recta. Ni que decir tiene que aquél atleta no buscaba ganar la absoluta, ni la de su categoría; ni siquiera mejorar la MMP. Acaso quería demostrar a su hijo que estaba dispuesto a hacer por él lo que fuera necesario, o le dijo con hechos que él tenía unas piernas para compartir, o que, unidos llegarían lejos… O simplemente era un beso largo, en forma de zancadas.  El uno sin el otro no pintaban nada en esa carrera: eran fuertes porque estaban juntos y si el padre era las piernas del hijo, era el chaval el auténtico motor del padre. Estaban compitiendo, aunque su lucha no era contra el crono.
  
            Y es que en la carrera popular, hay una sola salida, …pero muchas metas.

 La clasificación la encabezó un fenómeno que coronó con un tiempo con el que los mortales no podemos ni soñar, 1: 03:48. La carrera, vete tú a saber quién la gano. A lo mejor, alguien sin dorsal.

3 comentarios:

  1. Que bonito. Somos afortunados de poder correr.

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  2. Afortunados de correr y de poder leerte.
    Anónimo, gracias por tus letras.

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