viernes, 12 de abril de 2013

Correr...nirvana

  
Amanece. En casa aún todos duermen. Me levanto casi en vigilia y antes de que me de cuenta me encuentro anudando mis zapatillas. Estiro, encojo me doblo y me enderezo, abro la puerta de casa y corro. Voy todavía muy suave cuando he dejado atrás las últimas casas. No hay nada que se haga notar. El día es diáfano, no hay nubes, el camino es llano y recto, con un final azul, escoltado por el verde de la siembra. Alguien parece haber afinado el termostato al sol: ni frío ni calor; tampoco viento. Nada se mueve, sólo yo, y una gota de sudor que ha burlado el ajuste de la gorra; nada se oye; sólo yo… o el acompasado ritmo del cambio de oxígeno por anhídrido carbónico; o la cadencia de mis pasos, que cada vez es mayor. El ritmo es bueno; nada distrae, nada molesta, nada duele. He salido sin pulsómetro, aunque me hubiera servido de poco ya que hoy mi actividad cardiaca  no se mide por pulsaciones, sino por sensaciones: equilibrio, orden, armonía, quietud y paz. De todos modos, de quien menos me acuerdo es de Karnoven. La verdad, es que no tengo presente a  nada  ni a nadie, y no tengo conciencia mas que de mí.

Nirvana: dícese del estado de quietud y paz en que cesa la actividad mental originándose un estado de liberación espiritual, el estado de felicidad supremo.

Correr…nirvana. Pues eso. ¡Corre!

Anónimo Fernández.

2 comentarios:

  1. Muy bueno....!!!!! aunque habria q agregar que algunos alcanzamos el nirvana, ademas de corriendo......sacando algun segundo a los compañeros de entrenamiento....(a unos mas q a otros)...jejejejejej

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